Otro
Julio, un nuevo Encuentro Azul
El
12 de julio se conmemora el natalicio del poeta Pablo Neruda. Debido a ello vestimos
de fiesta el Kallfu Trawün. Por un lado porque recordamos al gran poeta y además
lo hacemos en el día de su cumpleaños, en clara rebeldía contra la tradición de
fechar las muertas, en militancia decidida por celebrar la vida. ¡Y qué mejor
que festejar la maravilla con poesía!
“Quiero saludar y
brindar
en una copa de
alerce.
Por este “Pablo”
que un día
decidió tejer en su
cuerpo,
la pintura que
tiñen
los copihues y el
sonido
que provocan las
avellanas
cuando
caen al suelo. “ Dice
el poeta, compatriota de Don Pablo, fruto de la misma tierra chilena, al sur,
tierra de mapuches, de luchadores.
“A este “Pablo”
militante
de la vida,
que se atrincheró
en una bandera
para resistir
la
barbarie imperialista.”
Continúa “este Oscar”, Oscar Soto Vidal, poeta, militante,
constructor, que con sus manos levanta, ladrillo a ladrillo casas, palabra a
palabra versos, poemas comprometidos con el amor, la vida, la belleza, los
dolores de la sociedad, las utopías. Compromiso que se manifiesta desde los
cimientos hasta el remate.
Oscar
nació en la ciudad de Osorno. Su contacto con la literatura y la música estuvo
ligado a la experiencia política. Junto a su abuelo, herrero de oficio, de
pequeño llegó a la Sede del Partido Comunista. Allí entró en contacto con los
libros, ausentes en su casa. Por eso en su obra se imbrican el lirismo con el
compromiso social, sin caer en el panfleto. Denuncia, pero sostenido por el
vuelo del lenguaje poético:
Niños con cerrojos
y candados en la boca.
y candados en la boca.
Niños de manos en los bolsillos
y migajas de pan vertidos por el agujero del pantalón.
Niños en la calle del silencio.
Niños. Niños negros.
y migajas de pan vertidos por el agujero del pantalón.
Niños en la calle del silencio.
Niños. Niños negros.
Sólo negros. O niños indígenas.
Niños que nunca serán niños.
A
pesar de las mordazas y terrores que impuso el dictador Pinochet, soportó sobrevivir
algunos años en su tierra después de la muerte de Allende y la caída de su
proyecto. Cuando su estadía en Chile se hizo insostenible, llegó a Mendoza
exiliado. Corría el año 1984. Venía de paso hacia tierras más lejanas, sin embargo se
enamoró y quedó ligado a nuestra provincia. Aquí están sus tres hijas y sus
nietos.
En
estas comarcas continuó su desarrollo como poeta, con el apoyo y el incentivo de
dos artistas: Nora Bruccoleri y Leonel Boin. También tuvo que aprender a
trabajar en la construcción. Por eso no comparto la apreciación “albañil, que
en sus ratos libres es poeta”, escrita en una entrevista, año 2011, diario Los
Andes. Para mí Oscar es poeta a tiempo completo, si bien por momentos deje las
letras para trabajar sobre muros o cañerías. Su mirada es la del artista,
porque aunque tenga entre sus manos un nivel y un martillo, lo acompaña la
música clásica, la poesía de Silvio Rodriguez o de Joaquín Sabina. Siempre
escribe, con las palabras, con la cuchara llena de cemento, cuando entiende
como una estrella a la hoja que cae sobre el telón de una noche de Luna.
Si bien
todavía no ha visto la luz una obra individual, participó en los libros “Compadres”,
un homenaje a Armando Tejada Gómez y “500 años”, un libro que cuestiona el
descubrimiento de América.
Publicó en una antología de la
SADE, año 1992-
Fue invitado al Encuentro Chileno Argentino, donde recibió una
mención por el poema “Y los calcetines rojos”
Participó con obras de su autoría
en homenajes a Pablo Neruda.
Sus
textos dejan translucir esa pasión con que siente la vida, ya sea en el amor,
el dolor, la miseria, la belleza, las contradicciones. Trenza en poemas las
palabras que estallan en su interior, por eso leerlo genera un estado de
conmoción que no va en desmedro de la reflexión y una clara postura política.
Como chirridos o
estampidos
primero silenciosas
se van armando de
puñales
y combustibles
febriles
una escupida que
sale de entre los dientes
atizona la hoguera,
en lenguas voraces
en que la sangre se
derrama
cuando las palabras
se terminan
venciéndose a si
mismassalivando los
verbos.
Sin más preámbulos, les abro la puerta para que puedan sumergirse en las letras del poeta. No se pierdan el festín.
Poema 2
Como
una gran catarata de sonidos ausentes.
Es
lo que deja la presencia,
de
quien antes de entrar, se está yendo.
Una
vez adentro,
se
queda aniquilando su propia presencia.
Pájaros
Me gustan los pájaros que van de ida
abriendo surcos entre las nubes
con sus ávidas alas
entre señales de chimeneas y trenes añejos.
Me gustan los pájaros que huelen a trigos
por las mañanas del sur
y de vuelta la esperanza llena de lluvias
para atenuar las sequías del norte.
Me gustan los pájaros en las ventanas,
en los cercos,
en las cornisas.
Me gustan los pájaros en la cabeza
cuando vuelan
y no dejan nidos.
Me gustan los pájaros alborotados de ramas
con sus picos llenos de pan de la ciudad
cuchicheando entre los cráneos de los
mendigos
en plena disputa de las migajas que deja la
ciudad.
Poema 3
Nada
es todo y todo es nada,
ni
para siempre
ni
por donde
ni
por cuando
menos
por cuanto.
Es
solo eso la vida
y
te levantas
queriendo
encontrar el sol en la cara.
Y
si no está.
Enfundo
las manos en los bolsillos,
empiezo
a silbar una canción,
y
apareces con tus ojos negros...
Poema 4
Para
volar por las estrellas
en
mi caballito alado
de
conciertos de soles
de
relinchos de alegría
debo
tan solo llevarte
a
mi reposada almohada.
Poema
7
Solo por hoy
o tal vez mañana y después
serás la que anidara
mis dedos en su lucidez.
Poema 9
La humedad después de las lluvias
se conjuga en los silencios eternos
donde las arañas escalan el cielo
con sus hondonadas de baches sin luz.
Afuera las gotas que golpean la puerta
como los ciegos que pisotean las veredas
incesantemente buscando el horizonte sin acuarelas.
Gemidos
La
sal que era oleaje desbocado
Entraba
por la roca vencida
Tus
arqueados muslos
eran vertientes que temblaban
hasta
hacer de la roca
infinitas
porciones de arena y sal.
Cielo
Por el mar cuando te tiendes
en tus ojos cuando miras
en tus manos anchas
cuando de las rosas haces un manojo
y vas coloreando de rojo el centro de la
mesa.
Cielo inmenso
cuando callas para mirar y sentir.
Y por sobre todas las cosas
cielo por estar en cada rincón.
Otoño
En que los besos despojados
secos amarillos
son besos por el suelo
tendidos boca arriba
esperando el sol de la primavera
que lave las calles correteando hojas
y besos revueltos desencantados
que corren por las acequias.
Un breve sonido despierta el tiempo
detenido en sus recuerdos.
hasta devolver los besos
que se deshagan entre los dientes.
Angustia
Si los huesos tuvieran corazón
no sentirían los vaivenes del zonda
de la humedad en otoño
o el incipiente estornudo en primavera.
Si el corazón tuviera huesos
se armaría hasta la médula
sin descorchar versos ni palabras
resistiría los llantos de sábanas
y manos frias.
Haría memoria de sus enemigos
y seguiría palpitando distraído
entre el otoño y la primavera
sin distinguir hojas de flores.
Voltereta
Desde mi cabeza por la raíz de un árbol
con las ramas en mis pies,
de los bolsillos,
un caramelo sin envoltorio
un boleto de micro de antaño
en los sesos la sangre a borbotones
me nubla el presente,
gotea enrojeciendo el piso
y en el piso cadáveres
con sus pies intentando enderezarse
cada uno con su cartel en el pecho
clamando por sus propios nombres
y en ellos los de sus asesinos.
Inseguridad te llaman.
En cada envoltorio del almacenero.
En la vidriera móvil callejera.
En el bolsillo desprevenido del obrero.
Lluvias
Me
vas arrinconando lluvia
me
escondes las calles
me
arrimas hasta la cornisa del domingo sin sol
con
un telúrico sonido oscuro
de
movimientos transversales invisibles en la sangre.
Me
vas arrinconando domingo.
Rahue (al sur de Chile)
cacheteando
el techo de cinc.
Es
la lluvia que enciende los verdes
los
hongos regados. esquivando senderos
cobijados
a los pies de los pinos.
Es
la lluvia de domingo por la mañana
que
empuña el sol,
derritiendo
el barro
de
las bastillas alcanzadas por migas de pan.
Es
el sonido de las chumaceras
los remos en los botes
bregando
ante la correntada furiosa del rio.
Es
un paseo orillando el rio desde las calles de ripio
hasta
el primer bosque de pinos.
Niñez
Esa niñez
con
puntas de estrellasrecostadas
sobre los árboles
de
mi casa de madera
y
musgos trepados a la verja
ahí...
donde quedó encumbrado
un
volantín callejero
de
papel picado.
Mi
niñez, forjada de lluvias
botes,
carcajadas y anzuelos,
en
el centro de la mesa de pino
manojo
de copihües
en
la niñez, del pan repartido
de
zapatos y dedos afuera
es
la niñez del sur
a
orillas de un rio abajo.
Tus manos
Tus
manos
fuego en el
invierno de tardes volviendo casa.
Tus manos abiertas
con el pan tostado.
Tus
manos
envueltas en
tus abrazos.
Tus dedos
lánguidos
como hiedras
por mi pecho
como una
catarata cristalina sin pudores.
Tus dedos
dibujando
mis labios para llamarme al silencio de la noche.
Tus
manos
solo ellas
me conocieron después del corazón.
Valparaiso
Los
demonios con sus injusticias siempre están al acecho.
Esta
vez las tormentas dejaron paso al fuego
se
sumergen sin trajes
por
los rincones de los cerros
con
sus casas tupidas abrazaditas.
Esta
vez se metió entre las sábanas,
en
la cocina destapando ollas
quemando
las cacerolas
el
pan
las
mantas
las
tablas de una en dos.
Sirenas
entre el fuego y fuego
impotentes
dominadas
vencidas.
Los
techos, los faros de los cerros se arrodillaban hasta desaparecer.
El cielo enrojecido,
El cielo enrojecido,