En
setiembre, mes signado
como el de la juventud, cambiamos la dinámica del espacio Kallfu Trawün para
invitarlos a conocer un poco sobre el libro “(Re)inventarse en la acción política” y algunas reflexiones alrededor de la
historia, la participación política y los jóvenes.
Setiembre es el mes para renacer. La
vida, latente durante el frío, explota en sus brotes. El 21 es el día del
ritual, el picnic y el compartir, ese reverdecer de las naturalezas: las
plantas, los pájaros, también los amores, los sueños... Festejos que empiezan
días antes y se prolongan.
Lamentablemente, en la historia de
nuestro país, el 16 de setiembre de 1976, recordado como “La noche de los
lápices”, se erige como una gran nube amenazante que encapota el Sol del
equinoccio. En la noche de ese día, amparados y a tono con las oscuridades, los
esbirros de la dictadura secuestraron a chicas y chicos que luchaban por el
boleto estudiantil, pero que, en la mayoría de los casos, tenían prácticas
políticas en barrios y agrupaciones. El hecho tiene relevancia, no solo por lo
puntual de la desaparición de la mayor parte de estos jóvenes, sino por constituir
apenas un atisbo de la multitud de
secuestrados, torturados, muchos que nunca volvieron, y por el fuerte impacto
aleccionador, que implicó el repliegue en la participación política de estos
grupos.
En los años 60 y 70, instituciones
como partidos políticos, agrupaciones de estudiantes, sindicatos, ofrecían un
espacio creíble para los jóvenes donde desplegar su compromiso, solidaridad y
lucha. Los sueños, las utopías, la necesidad de transformar una sociedad
injusta, eran banderas levantadas por chicas y chicos de secundario y
universidad sin temor a represalias.
El golpe militar, ese martillo que
aplastó tantos cráneos, en forma literal y simbólica, desarticuló las
organizaciones de esta índole. La imposición del silencio, el toque de queda, el
miedo, obturó las perspectivas de intervención en prácticas políticas de los
jóvenes, aunque no solo de ellos.
El retorno de la democracia, significó
una breve primavera, que se desvaneció frente al daño sufrido en el tejido
social y a la continuidad del proyecto económico iniciado con Martinez de Hoz.
A la falta de credibilidad en las instituciones, se le sumó una exacerbación
del individualismo, una distensión del compromiso, la instauración de una
cultura del consumo. Además, las presiones del poder, de militares y civiles, forzaron
la aceptación acrítica del mandato del olvido, justificada con la teoría de los
dos demonios y la apología a mirar hacia adelante para cerrar las heridas, en
lo social, y las leyes de obediencia debida y punto final, en lo jurídico. Así
se construyó y abonó el desprecio por las prácticas políticas.
En contrasentido, la lucha decidida de
unos pocos, que no cedieron ante la obligación del olvido, sirvió para la
proliferación de grupos políticos que bregaron por mantener viva la memoria.
En tiempos muy difíciles, cuando
transcurría la década infame de los años noventa, nació, con la fuerza de sus
raíces rebeldes, la agrupación H.I.J.O.S. La formación con los hijos de “Hijos por la Identidad y la Justicia
contra el Olvido y el Silencio”, representa un hito importante, porque otra vez
los jóvenes salen a las calles, alzan sus estandartes y enfrentan a los
responsables de la desaparición de tantos y tantas, denuncian el genocidio. Con
sus ideales y la audacia de transgredir la orden de olvido, de fracturar el
desencanto que llevó a muchos a la desidia y al descreimiento en las construcciones
políticas, comienzan a tejer redes junto a otros grupos que se desarrollan y
crecen.
Y porque creemos que es imprescindible
reconstruir, hebra a hebra, los agujeros que le hicieron a nuestra sociedad;
porque entendemos la memoria, no como un registro estático del pasado, sino
como alas para volar cielos más justos y estamos convencidas, que tuvimos que
“reinventarnos” como sujetos políticos, los invitamos a conocer las
experiencias que retratan Nazareno
Bravo, Mariano Salomone y Gabriel Liceaga en su libro.
El libro (Re)inventarse en la acción política, recoge tres experiencias de prácticas políticas colectivas en territorio mendocino. Se trata de investigaciones sociológicas sobre la Biblioteca Popular del Barrio La Gloria, la toma de terrenos de la estación del ferrocarril y las luchas campesinas en Lavalle. En estos tres casos, la memoria y el territorio son ejes desde donde los grupos se construyen y (re)inventan sus prácticas colectivas.
El barrio como razón de ser y hacer. La
biblioteca popular Pablito González, del estigma a la organización.
NAZARENO
BRAVO
Este capítulo busca ofrecer al lector
un análisis de los procesos de participación comunitaria que pueden ser
postulados como propios de los sectores populares contemporáneos. Lo que se
pretende es señalar la relación que existe entre identidad y acción colectiva,
específicamente, los procesos sociales que intervienen en la construcción de un
proyecto comunitario encabezados por jóvenes de un barrio estigmatizado.
La idea de sostener
un trabajo colectivo independiente refuerza la necesidad de algún tipo de
organización que permita la continuidad.
“Entonces, cuando decidimos esto, dijimos
”bueno, están los libros, también vamos a ofrecer talleres, pero con la
finalidad de empezar a formar y a formarnos nosotros en algo nuevo y hacer de
la comunidad del barrio La Gloria una cuestión nueva”. Hasta acá, los políticos
siempre nos han forreado, hasta acá no tenemos la posibilidad de un espacio
concreto, real de participación... No hay en la comunidad un espacio de
participación cierto. La idea de la biblioteca es unificar, es contribuir a un
proyecto de comunidad distinto al que había hasta ahora, que ofrezca la
posibilidad de participación... Digamos, de democratizar y de hacer más
accesible al vecino el poder opinar, poder decidir sobre su futuro. La cosa es
esa, la cosa es vernos distintos, poder mirarnos diferente. Que no sea una
cuestión de juntarse una vez al año o cuando tengamos ganas, sino de poder
laburar y construir un espacio que se sostenga en el tiempo, que nos dé la
posibilidad de participar en la vida de la comunidad”
Claudia, 2006
“
Después había que tener un nombre, un nombre que nos identificara. Teníamos la
idea, los libros, las ganas de inaugurar, pero no teníamos nombre. Nos juntamos
a ver eso... Unos habían propuesto Biblioteca Saber, me acuerdo, cada una de
las letras significaba algo. S era sabiduría, E no me acuerdo... Pero no nos
terminaba de cerrar, era como que nadie quería un nombre así... Y cuando salió
Pablito González dijimos “este es el nombre, este es el nombre para la
Biblioteca. Porque Pablito significaba decir cuántos pibes hay que se mueren y
pasan inadvertidos y a nadie le interesa nada, digamos. Acá un montón de pibes
mueren en el cruce del Acceso Sur, por cruzar la calle, como perros. Se quería
buscar a una persona que fuera representativa en relación a lo cultural y lo
artístico del barrio. Que tiene que ver con lo que fue Pablito, que era un
chico de la murga. […]”
Walter, 2005
El análisis de surgimiento, desarrollo
y consolidación de una experiencia de participación comunitaria como la
Biblioteca Popular Pablito González permite, más allá de sus particularidades,
tomar contacto con buena parte de los procesos sociales que intervienen en la
acción colectiva que desarrollan los sectores populares contemporáneos, para
quienes las vías de politización quedaron, en muchos casos, ancladas a la resolución colectiva de las
necesidades compartidas en el propio territorio. Esta novedosa matriz espacial
desde donde organizarse puede ser analíticamente integrada a una temporalidad
particular (modos de relatar el pasado histórico, comprender el presente y
ensayar perspectivas de futuro) asentadas en las urgencias cotidianas. Estos
asuntos pueden explicar la presencia casi exclusiva de referencias
intrabarriales tanto para lo que fue analizado como construcción de identidad
como para la revisión de las características que adquiere, en este caso, la
acción colectiva. […]
Como se vio ,
existen diferencias de criterios notables entre los diversos actores con
capacidad de intervención en el proceso de construcción de identidad,
perceptibles en las profundas discrepancias que surgen cuando se comparan las
construcciones que fueron analizadas. El pobre que construye la prensa, en
sintonía con el sentido común próximo a las atemorizadas clases medias (un
pobre peligroso, marginal, otras veces invisible), y el que se proyecta en las
acciones del Estado (un pobre asistenciable e, intrínsecamente, cliente
cautivo) no es el mismo que plantean -de diversos modos y ensayando respuestas
propias en un panorama por demás complejo- los pobres organizados. Pero, más
allá de los límites (cuantitativos o políticos) que puedan señalarse, lo que
interesa remarcar es que se apuesta a una construcción colectiva con la
dignidad como estandarte para, desde esa base, llevar a cabo una acción
transformadora.
Nazareno
Bravo nació en Mendoza, en 1976.
Es sociólogo (UNCuyo, 2001), doctor en
Ciencias Sociales (FLACSO, 2008) e investigador de CONICET desde 2011. Docente
de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales desde 2008. Ha dirigido dos
proyectos de investigación de la SECTYP-UNCuyo: «La nueva cuestión social en
Argentina» (2009-2011) y «Nueva conflictividad social y transformaciones
identitarias en Mendoza» (2011-2013), y actualmente desarrolla una línea de
investigación sobre juventud, politicidad y memoria.
El derecho a la ciudad en Mendoza. Política,
memoria y espacialización de la lucha de clases. (2006-2008)
MARIANO
SALOMONE
[…]El 15 de marzo de 1993, el gobierno
de Carlos Menem decidió cerrar el servicio de transporte público de pasajeros
de ese ramal [el Ferrocarril General San Martín] y concesionar el negocio del
transporte de cargas a la gestión privada. Desde entonces, gran parte de los
terrenos en los que se ubicaba la Estación Central de Mendoza (36 hectáreas,
aproximadamente) fue abandonada. En julio de 2007, tres colectivos sociales con
sendas historias grupales deciden comenzar a reunirse para articular la defensa
de esos terrenos públicos frente al avance de nuevos proyectos de privatización,
principalmente ante los convenios firmados por el Gobierno nacional, el
Municipio de la Ciudad de Mendoza y la Corporación Antiguo Puerto Madero S.A.
para realizar la reurbanización de ese espacio en base a un importante
emprendimiento inmobiliario privado.
“Yo creo que, sin duda, hay una toma
de posición. Por momentos creo que es ante este sistema en el que estamos, y es de alguna manera acercarse a la
idea de que se puede recuperar de alguna forma un pueblo, se pueden recuperar
otras formas de organizarse. [...]”
Entrevista
a Ciro, 2008
“Apareció la estación, y como que la
estación nos involucró en toda la realidad argentina... donde los
ferrocarriles... que era lo que unía a la Argentina, sobre todo esos pueblos chiquitos...
Empezó a caer toda esa realidad y nos cayó la realidad de que no teníamos
trenes, de que había sido incendiada por egoísmos, que... era tierra de nadie”.
Entrevista a Eduardo, 2007
“ Que pongamos el cuerpo todos a esto,
porque, si no, nos van a comer el futuro. Ellos van a decidir por dónde van a
pasar las calles, ellos van a decidir quiénes van a entrar y quién no van a
entrar, los que tienen el poder, los que tienen la guita, ellos son los que van
a decidir cómo se va a vivir, quién va a entrar y quién no. Y si no está la
prueba de los barrios privados; si ya los empiezan a meter acá en la ciudad,
listo... Vos vas a tener un lugar por el cual andar, y si no pertenecés a
ellos, no vas a poder entrar, que es lo que pasa con los barrios privados. Es
así, dejó de ser público. Por una cuestión de seguridad, cada vez hay más
castillos, entonces es como en la Edad Media, hacemos el pozo y entran los
nuestros nada más, y así es, pero no debe ser, y si nosotros no, o sea, si nosotros
no nos unimos, todas las organizaciones, y tratamos de que esto sea más
democrático, que sea un poco más para todos, va a terminar siendo lo que viene
siendo, y no lo que debe ser”
Entrevista a Horacio, 2008
Mariano
Salomone nació en Mendoza, en el año 1977.
Es sociólogo (UNCuyo, 2003) y doctor en
Ciencias Sociales (Uba, 2010). Se desempeña como becario postdoctoral del
CONICET en el grupo de trabajo «Experiencias políticas, género y memoria»,
INCIHUSA, CCT-Mendoza. Ha transitado su formación dentro del campo de la
sociología política en el cruce con la historia y la antropología. Sus
preocupaciones teóricas giran en torno a las experiencias de los sujetos
subalternos desde una perspectiva que tiene en cuenta la relación
pasado-presente, el vínculo entre la experiencia personal y colectiva y la
configuración de la dimensión subjetiva.
Las luchas campesinas en Mendoza.
Reflexiones a partir de la acción colectiva de la Unión
de Trabajadores Rurales sin Tierra.
GABRIEL LICEAGA
Existe una larga tradición en Mendoza
que presenta la imagen de una realidad económica y cultural signada por la
lucha entre el oasis y el desierto. El oasis, fruto de la laboriosidad, fuente
de progreso, se habría desarrollado con el fuerte crecimiento de la
vitivinicultura de fines del siglo XIX, dando origen a la “cultura del vino”,
que impregnaría la vida económica, social, cultural y política de la provincia,
como si fuera el “líquido amniótico” en el que ésta se desenvuelve, “como el
ave en el aire y el pez en el agua” (Lacoste, 2004, p. 59). Es evidente que
esta imagen, representada usualmente durante la Fiesta de la Vendimia,
consagrada por las artes y la cultura, enseñada y aprendida en las escuelas,
tiene una notable eficacia performativa y proporciona los marcos a partir de
los cuales se piensa comúnmente la historia y el presente de Mendoza.
Claro está que la
contraposición oasis/desierto tiene fundamentos geográficos e históricos. Pero
es cierto también que los términos de la contraposición mencionada suelen ser
portadores de una carga valorativa que lejos está de ser obvia; el oasis suele
asociarse con el desarrollo, la riqueza, la belleza y la “civilización”,
mientras que el desierto es asociado con la pobreza, la fealdad, la lejanía, la
soledad y la “barbarie”. Este reparto desigual de las virtudes y los defectos
entre el oasis y el desierto –simétrico al de la distribución del agua- ha
llevado a que algunos autores hablen de cierta lógica oasis-céntrica en la
constitución de los discursos y los imaginarios provinciales (Escolar, Martín,
Rojas, Saldi y Wagner, 2011)
El surgimiento de la Unión de
Trabajadores Rurales sin Tierra
Hacia fines de la
década de 1980, y más firmemente en la década de 1990, surgieron en el país
diversas organizaciones de campesinos, pequeños productores, pueblos
originarios y agricultores ecológicos que se construyeron en pequeñas
cooperativas y asociaciones de trabajadores rurales, uniones, coordinadoras,
centrales y otras. Una de las organizaciones más conocida a nivel nacional
dentro de este proceso es el Mocase (Movimiento Campesino de Santiago del
Estero), que se formó en el año 1990 y que desde entonces ha sido una
referencia importante en las luchas contra el monocultivo de soja y en defensa
del modo de vida campesino. Este resurgimiento de la movilización política
campesina se vio acompañado, a nivel latinoamericano, por un fuerte crecimiento
y visibilización de las organizaciones de los pueblos originarios a partir de
1992, como resultado de las actividades realizadas tanto para festejar como
para repudiar la conmemoración de la conquista de América. Significativamente,
también en 1992 se conformó la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones
de Campo (CLOC), y un año más tarde la Vía Campesina, una red de organizaciones
de pequeños productores, indígenas y trabajadores rurales con presencia en
África, Asia, Europa y América y que promueve la defensa de un modelo campesino
de producción de alimentos. […]
La Unión de
Trabajadores sin Tierra surge en el año 2002, en una época en la que el impacto
de la reconversión vitivinícola se combinaba con la crisis general que vivía el
país. Se forma en el departamento de Lavalle, ubicado al norte de la provincia
de Mendoza, a partir del encuentro de grupos de pequeños agricultores,
trabajadores rurales sin tierra e ingenieros agrónomos. La carencia de tierra
para trabajar y las particulares dificultades para acceder al agua de riego se
plantearon como problemas compartidos que darían origen a esta organización,
cuyo lema fue, desde sus comienzos, “Tierra, agua y justicia para los excluidos
del campo”.
“La
forma de pensar que tenemos, más que campesinos o indígenas. Somos gente de la
tierra, siempre hemos vivido ahí, que creemos en esa forma y nos parece la mejor
para tener una vida digna. Es básicamente eso. Me siento identificado con esa
forma de ver la vida. Nunca diría que “soy huarpe”. Somos lo que somos. Pero
somos lo que somos por lo que estamos construyendo o por lo que nos parece que
es mejor para todos, como luchadores, digamos”.
Entrevista a Armín, 2007
Gabriel Liceaga nació en Mendoza, en el año 1982. Es sociólogo (UNCuyo 2008) y estudiante de Filosofía. Ha desarrollado estudios en el ámbito de la sociología rural y la filosofía política. Ha sido becario de la Secretaría de Ciencia, Técnica y Posgrado de la Universidad Nacional de Cuyo y del Departamento Alemán de Intercambio Académico (daad) y docente en los niveles medio y superior. Actualmente es becario del CONICET y cursa el Doctorado en Estudios Sociales Agrarios de la Universidad Nacional de Córdoba.