El 20 de noviembre se conmemora el día de los derechos de
niñas y niños. Desde la convicción de que entre estos derechos debe ocupar un
lugar importante el derecho de las chicas y chicos a que les cuenten cuentos, invitamos
al espacio de Kallfu Trawün a uno de los cuenteros más destacados
de Mendoza.
Durante todo el mes nos acompañarán
los textos de Emilio Fernández Cordón.
El emilio, aunque firma
en minúscula, es un narrador mayúsculo, uno de los más fecundos y reconocidos
de nuestra provincia.
Nació en el departamento de San Martín
y, desde pequeño, fue un lector apasionado. Estudió abogacía en Córdoba, luego
de un breve paso por las aulas de medicina. Después de andar por caminos
diversos, siempre con el sueño de ser escritor alborotándole sus cielos, tomó
la decisión y se dedicó en exclusivo a la escritura. “Sé acabadamente que la vida no
tiene sentido. Y que es inevitable intentar darle uno. Por eso, antes de que se
me fuera sin, en plena mitad de mi adolescencia, apenas pasados los cuarenta,
me lancé a contar...” dice en su libro “Cuentos para matar... el
tiempo”. Desde ese momento
obtuvo premios nacionales y provinciales, entre los que se destacan el Premio
Vendimia del año 1989 y del 2002. Sus cuentos han sido publicados en
antologías, periódicos, revistas, páginas de internet y en manuales de
educación primaria y universitaria. Muchos de ellos, ha escrito más de 500 a la
fecha, fueron leídos en diversos programas de radio en Mendoza, San Luis y
Buenos Aires. Participó como jurado en numerosos concursos literarios. Sostuvo durante tres años un Taller de
Escritura junto al poeta Carlos Levy, en la Galería Tonsa y luego solo, en la
Biblioteca Pública General San Martín, de Ciudad. En abril de 2009, fue
declarado “Ciudadano ilustre” de su departamento natal y, en diciembre del
mismo año, recibió el premio escenario, que otorga Diario Uno de Mendoza, por
Mejor Libro Narrativa 2009. Tiene publicados los libros:
“El diablo, el hijo y el rayo”, año 2003, “Cuentos para matar... el
tiempo”, año 2006, “Pasajeros del penúltimo tren” –junto
a tres autores de Buenos Aires-, año 2007,
“Cuentos para matar...te”, año
2009 y la Novela para niños y niñas “Vacaciones
Fantásticas”, año 2012, fragmentos de la cual compartiremos en este
espacio. Además, cada lunes, promueve estremecimientos con un microrrelato que
puede leerse en su facebook. También tiene cuatro novelas inéditas.
“Uno
escribe con la infancia, con la memoria -selectiva, claro-, con sus sueños, su
cultura, sus éxitos y sus fracasos, con sus pesadillas, dolores, desgarros y
duelos. Uno escribe con lo que es. Con lo que tiene en el inconsciente. Con sus
amores. Y con sus muertes. Uno escribe.” Infiere en una entrevista. En
la misma, más abajo: “No podría vivir sin escribir. Es una pasión,
una vocación, una obsesión, una pulsión, un desafío, un compromiso y una
apuesta. Un profundo ejercicio de libertad, un sueño, un vivir muchas vidas
además de la propia. Y un remedio para todos los males. Escribir salva.” Ante la pregunta del para qué
escribir, responde: “Para vivir, para exorcizar demonios y pesadillas, para
comunicarme. Para decir lo mío. Para intentar conmover, estremecer a alguien,
tan siquiera a uno solito. Para que me recuerden mis hijas y nietos. Para
cambiar el mundo. A pesar de saber que ningún libro lo cambió, aunque algunos
lo hicieron mejor.”
El protagonista, Luciano, es un niño mendocino, que viaja,
junto a algunos de sus compañeros de la escuela, a la mítica Villa Las Luces,
localidad montañesa, presente en varios cuentos de el emilio. El chico, desde
la cama del hospital pediátrico, detalla a su papá, que vive en España, las vivencias
de sus vacaciones mágicas. Y lo hace con un lenguaje accesible, pero pleno de
poesía.
El relato de Luciano muestra mucho más que una aventura. En
él aparece lo fantástico que está presente en nuestra cultura –nada de
supermanes, ni brujas medievales, ni dragones chinos-. Exalta la amistad, la
solidaridad, el respeto a las nuevas organizaciones familiares. No desdeña la
tecnología, al contrario, la imbrica con las tradiciones propias de la región. Deja
deslizar, sin alusiones explícitas
ni panfletarias, el respeto por la naturaleza. Y por supuesto, además de las correrías,
se habla del amor.
La cálida narrativa, que entretiene y conmueve, se
enriquece con las bellas ilustraciones de la artista plástica Laura
Rudman Belmes.
“Vacaciones
fantásticas” es un libro que encanta a niñas y niños de todas
las edades. Un material imprescindible, si se pretende bucear en la literatura hecha
en Mendoza.
El sueño de los pájaros
A los cinco
años, Mora tuvo con su papá una charla que no pudo olvidar. Había soñado con
sus compañeritos de escuela y quiso saber qué eran los sueños. Juan, su padre,
con paciencia y usando como ejemplo un álbum de fotografías, logró que la
nenita comprendiera. El problema fue al otro día, cuando Mora vio dos gorriones
sobre el parral del patio. Y fue corriendo a preguntarle a Juan con qué soñaban
los pajaritos. Y siguió preguntando. Nadie, entre maestros, parientes y
vecinos, supo qué contestarle.
Cuando Mora
cumplió treinta y cinco años, siendo ya una famosa ornitóloga, logró entender
el lenguaje de las aves. Entonces puso aparatos en varios árboles para grabar
lo que conversaban los pájaros. Después, con mucho trabajo, descifró y tradujo
las grabaciones. Y, con gran sorpresa, encontró una en la que un pajarito preguntaba:
“Papi, ¿con qué sueñan los seres humanos?”.
Hecho en Mendoza en noviembre de 2006.
Publicado en febrero de 2007 en el libro:
“MI LIBRO –Tercer Año - Primer Ciclo - EGB”.
De la DGE. Mendoza.
Mago, el héroe de los gatos
Mago era un
gato común y corriente y, como a todos los gatos, le gustaba salir por las
noches a jugar y correr por los techos de las casas. Como era muy bonito, negro
y con manchas blancas en la nariz, tenía muchas novias y los otros gatos, de
puro celosos nomás, no le hablaban ni lo saludaban. Una tarde, Mago perseguía
un ratón por la vereda cuando vio que un auto venía muy rápido y podía
atropellar un gatito que cruzaba la calle. No lo pensó ni un segundo y,
saltando como un mono y corriendo más veloz que una liebre, empujó al minino
con sus patas, salvándolo. Pero, en la maniobra, no pudo esquivar las ruedas
del coche que le pisaron la cola dejándolo desmayado de dolor en mitad de la
calle. Juan Gabriel, el niño dueño de Mago, llorando y pensando que su querido
gato había muerto lo alzó y lo llevó, entre sus brazos, al veterinario. Una
semana después, Mago ya estaba de vuelta en la casa de Juan Gabriel pero había
un problema: no tenía cola. Como estaba quebrada en muchas partes no habían
tenido otro remedio que cortársela y más que un gato parecía un conejo. Pasaron
los días y Mago no quería salir, le daba vergüenza porque creía que se reirían
de él. Hasta que una tarde oyó que lo llamaban a maullidos. Brincó por la
ventana y se encontró con que todos los gatos del vecindario lo aplaudían y lo
felicitaban porque era un héroe que había arriesgado su vida por salvar un
gatito. Desde entonces, Mago, el gato valeroso, es el gato más popular del
barrio y sigue teniendo muchas novias. Y, ahora, también muchos amigos.
Hecho en Mendoza en noviembre de 2006.
Publicado en febrero de 2007 en el libro:
“MI LIBRO –Tercer Año - Primer Ciclo - EGB”.
De la DGE. Mendoza.
“Querido
papá:
Me dijo mi
mamá que estás preocupado porque te enteraste de que estoy internado en este
hospital. Pero no estés triste, estoy lo más bien. Y muy contento con las
aventuras que vivimos en las vacaciones, y porque encontramos fantasmas y
muchas cosas más.
Mi mamá me
dijo que, para entretenerme, podía escribirte una carta, o muchas. Le pidió
permiso al médico que me atiende y le contestó que bueno, que si quería te
escribiera, así que, una de las enfermeras que me cuidan, me trajo esta
computadora portátil con la que te estoy escribiendo. Es finita y liviana, me
contó el doctor que es de su hijo que se fue a vivir a Canadá y que me la
presta y que la cuide mucho. Claro que la voy a cuidar mucho, es muy linda. Me
cuesta encontrar las letras pero igual me gusta. Además, me dejan sentar en la
cama para escribir y puedo ver por la ventana lo bonito que está el final del
verano porque se va pintando todo de amarillo. Y también las hojas en los
árboles y las hojas caídas en el jardín de afuera del hospital. Y también veo
los pajaritos y las palomas y, más lejos, las personas que andan con su vida
por la calle. Y los autos.
Mi mamá me
dijo que vivís en España que queda en Europa. Y que tenés una esposa nuevita, y
chica como una muchacha, que está esperando un bebé que va a ser mi hermanito. Ojalá
cuando salga de la panza de su mamá salga sano y muy lindo. Después que salga, sacale
una foto y me la mandás así lo conozco. Algún día voy a ir a España a conocer a
mi hermanito y a su mamá tan chica. Y te voy a dar muchos besos. Y a él
también. Y a ella también.
Mi mamá se
ha puesto de novia con un señor muy bueno que se llama Abelardo, pero le dice
“Gordo” porque es un poco bastante gordo. Trabaja de profesor y es muy
simpático y me trae libros para leer en el hospital. Que me gusta mucho leer
libros de aventuras y también de poesías que me regustan las poesías de palabras
bonitas.
Me acuerdo
de que, cuando vivías con nosotros, con mi mamá y conmigo, siempre estabas
leyendo un libro o una revista y también mi mamá lee libros y revistas y por
eso debe ser que me gusta tanto leer y que todavía hay muchos libros en mi casa
de nosotros.
Lo que no
me gusta...”
Fragmento
del libro “Vacaciones fantásticas”
“Querido papá:
Ahora está
lloviendo, y por la ventana se ve que el amarillo se está mojando. Y los
pajaritos y las palomas no se ven. Se han escondido en algún lugar para no
mojarse, digo yo. Tampoco se ve la gente. Ya sabés que acá no llueve casi nunca
y, cuando llueve, los pajaritos y las palomas y la gente se quedan en sus
casas.
Dijo mi
mamá que cada carta que te escriba en esta portátil, que también le dicen
notebook, la va a poner en su pendrive y después la va a poner en su máquina y
te la va a mandar por mail por internet y la vas a recibir muy rápido en tu
computadora para leerla. Estoy contento por eso. Y me dan más ganas de contarte
lo que pasó en las vacaciones, porque ahora sé que lo vas a leer enseguidita
nomás.
Ahora te cuento de las vacaciones.
A la mitad
del año pasado...”
“...
Entonces al director de la escuela le dio lástima de que no fuéramos a ningún
lado, y se le ocurrió prestarnos su casa que tiene en la montaña. Que, si nos
molestaba dormir en colchones en el suelo, podíamos ir diez días a vivir las
vacaciones en su casa. Los padres de los otro nueve y mi mamá juntaron comida
para llevar, y ropa de abrigo, porque decían que allá arriba, cerca de la
Cordillera de Los Andes, de noche hace mucho frío...”
“... No te
he contado que éramos diez niños, cuatro chicas y seis varones. Más la seño y
el maestro, éramos doce en total. Las nenas se llaman: Guillermina, que le
decimos Guille, Julieta, Sofía y Martina. Y los hombres: Tomás, Emiliano,
Joaquín, Santiago, que le decimos Tiago, Agustín y yo. Las niñas dormían con la
seño Cordelia, y los chicos con el maestro Marcelino. Y el Agustín y yo en la
sala, en unos colchones bien gordos y nuevitos.
Como ya era
medio tarde...”
Fragmento
del libro “Vacaciones fantásticas”
“Querido
papá:
Me gustó
mucho que me llamaras por teléfono, menos mal que en la habitación hay uno que
es blanco. Claro, vos no viste el color. Pero no gastés tanta plata de España,
escribime y listo. Qué bueno que tu esposa española, que se llama Mercedes,
esté de lo más bien y también mi hermanito, que recién me doy cuenta que va a
ser español. Ya les voy a decir a los chicos que voy a tener un hermano
español, y ellos no. Y no te pongás triste por mi salud que ya te dije que
estoy muy bien y muy cómodo en este lugar.
Bueno, el
primer día de vacaciones paseamos por toda la Villa. Y en el arroyo de agua
fría había como mil vacas que iban a tomar agua del arroyo y se metían en el
agua y no tenían frío porque el cuero que tienen es como un abrigo. Y hacían
mucho ruido gritando “Muuu”... “Muuu”... “Muuu”..., que el maestro dijo que se
dice mugir. Y había unas vacas bebés que tampoco tenían frío y andaban todo el
tiempo detrás de sus mamás. Y también había dos señores que andaban a caballo y
las cuidaban y tres perros malos, muy grandotes y negros, que les ladraban a
las vacas y a los toros, que también había.
Nos
divertimos mucho cuando una vaca roja y blanca...”
“Y abrí los
ojos. Pero no vi a nadie. Y ahí nomás escuché una voz que decía “Luciaaanoo”...
“Luciaaanoo”... y me levanté despacito y fui a ver, abrí la cortina de madera
de la ventana y vi por el vidrio. Y casi me caigo de sorpresa al suelo. Afuera,
debajo del techito de la galería, había una luz más brillante que las
estrellas, una luz como de una sombra de fuego blanco y brillante. Y me dio
miedo y le iba a avisar al maestro a los gritos, cuando la luz se fue y
apareció el Benicio, como si estuviera vivo y vestido camisa a rayitas celestes
y blancas y pantalón de yin y zapatillas negras. Y estaba igualito que en la
foto que vi en la casa de Don Silvestre, igual de joven muchacho de cuerpo de
Superman y pelo largo y de cara linda y marrón. Y me dijo “Hola, Luciano” y yo
que “Hola, Benicio” y me dijo vení que quiero hablar con vos y yo que no podía
abrir la puerta sin la llave, y entonces pasó algo extraordinario.
Me dijo “No
tengás miedo” y...”
Fragmento del libro “Vacaciones fantásticas”
“Esa noche, después de comer, la seño Cordelia se dio cuenta de que la Julieta, que siempre es muy delicada porque es flaquita y muy blanca con miles de pecas por todos lados y siempre falta mucho a la escuela por enferma, estaba ardiendo de fiebre, así dijo. Y fueron la seño Cordelia con el señor Lorenzo en el auto de él, que costó mucho que arrancara porque es requeteviejo, y la Julieta a ver si el médico de la Aldea Ecológica podía atenderla. Y los demás nos acostamos en el pastito y nos pusimos dele que ver las estrellas tan bonitas y tan brillantes y estábamos mirando para arriba que la Guillermina estaba acostada al lado mío y de pronto le tomé la mano, haciéndome el tonto que miraba las estrellas, y no dijo nada y ni sacó la mano, y estuvimos mirando el cielo hasta que volvieron los del auto y me arruinaron la noche.
“Esa noche, después de comer, la seño Cordelia se dio cuenta de que la Julieta, que siempre es muy delicada porque es flaquita y muy blanca con miles de pecas por todos lados y siempre falta mucho a la escuela por enferma, estaba ardiendo de fiebre, así dijo. Y fueron la seño Cordelia con el señor Lorenzo en el auto de él, que costó mucho que arrancara porque es requeteviejo, y la Julieta a ver si el médico de la Aldea Ecológica podía atenderla. Y los demás nos acostamos en el pastito y nos pusimos dele que ver las estrellas tan bonitas y tan brillantes y estábamos mirando para arriba que la Guillermina estaba acostada al lado mío y de pronto le tomé la mano, haciéndome el tonto que miraba las estrellas, y no dijo nada y ni sacó la mano, y estuvimos mirando el cielo hasta que volvieron los del auto y me arruinaron la noche.
Al final, la Julieta solo estaba empachada y la señora Pepita que
sabe curar el empacho la curó con una cinta diciendo palabras calladas...”
“Estábamos muy bien y la Guille sacaba fotos de todo lo que veía y,
de pronto, llegaron unas nubes negras muy gigantes que taparon el cielo y
escuchamos más de cien truenos, y los mayores se asustaron mucho, que venía
tormenta, dijeron, y que nos fuéramos. Y cuando levantamos el picnic ya llovía
mucho.
Me acordé de Don Silvestre que había dicho que siempre está
cambiando el tiempo en la montaña. Y fuimos bajando que nos mojábamos y no
veíamos por el agua de la tormenta y seguían los truenos, y el Agustín que le
tiene mucho miedo a los truenos se puso a llorar y también la Julieta y la
Sofía y el Tiago, y después todos lloraban como niños. Yo no. A mí me gustan
las tormentas y mojarme de la lluvia.
Eran tan negras y gordas las nubes que parecía de noche y no se veía
casi nada. Y caminamos y caminamos los cerros de vuelta, y los chicos y las
mujeres iban llorando y gritando, y el maestro gritaba más que todos que nos
agarráramos de las manos y de pronto empezó a correr mucho viento y todo se
volaba, y parecía una película de miedo en que los niños van a morirse todos.
Caminando en la lluvia y en los truenos, íbamos llegando al puente
de palos y todo el mundo gritaba menos yo...”
“Ya
estábamos cerquita del arroyo río y el maestro gritó que tuviéramos mucho cuidado,
y que había que esperar que bajara el agua para cruzar o esperar que alguien nos
ayudara. Y seguía lloviendo como loco y la Guille no tuvo cuidado, y patinó, y
se cayó al agua, que empezó a llevársela con ella, para ahogarla.
Pero yo me
hice el valiente, y como soy campeón para nadar no tenía miedo de ahogarme y
quería salvar a la Guille, y mientras todos gritaban “La Guiiillee”... “La
Guiiillee”... me tiré nomás al agua...”