sábado, 14 de septiembre de 2013

Mariela Zobin... La escritora que abre el azul.


La escritora que abre el azul…         Mariela Zobin

Era absurdo empezar hablando de mí en tercera persona, no soy Maradona… Así que esta primera combinación lúdica de los datos de la escritora o del escritor que invitará a soñar cada mes, en esta ocasión, va en primera persona. Empiezo pintándome con fragmentos de una canción que escribí hace un par de años (y que tiene su música)…  

Nací desde un deseo
mujer tallada en dulce y sal
siempre montando vientos
desconocidos, por encontrar,
aires, cielos, colores
desvíos nuevos donde volar.
Soy como la marea
espuma viene, espuma va
rasgando las arenas
luego volviendo a comenzar,
rompiendo el horizonte
de arriba nubes, abajo mar.
Soñando extrañas aguas
con tanto miedo de naufragar
soy eco de montaña
aunque mi espuma sea de mar
canto con mi silencio
y con mi canto puedo callar.

Les agrego que en un pasado no tan lejano, hice muchos experimentos (en laboratorios de química), pero yo…

Soy mariposa
que se asfixia
en el acogedor capullo del árbol.

Un universo pleno,
luminoso y oscuro,
pajarado, cuentero,
verde, azul, rojo,
silencioso, resonante,
tibio, caliente y frío
se despliega ante mis ojos…

Ya el refugio es una cárcel
y no tengo alternativas,
salir, desplegar las alas, volar...
hacer surcos en las nubes
con modestas cartas de navegación,
animarme a revolotear
a pesar de contar
con una envergadura pequeña
para tanto cielo.

Soy mariposa
aunque por años haya ocultado las alas
en traje de gusano.

Soy alada.

En este “escrutar los canales/en las hebras del papel lacio”, incursioné en la literatura en versos (como en los poemas anteriores) y en prosa, para adultos, para niños. También trabajé en la elaboración de guiones literarios para el proyecto Cuentos Derechos, junto a Lorena Membrive y un equipo de muchos otros artistas.
Tengo publicados dos libros. El primero de poesía y prosa poética junto a Mabel de Martino, llamado “De Mujeres a revoluciones”. Otro de cuentos largos o novelas cortas junto a Marcos Rivarola, Andrés Pérez, con ilustraciones de Paula Nader, bautizado como “Palimpsestos”, diseño y edición artesanal. También participé en el libro “Las Hojas “compilación de Luis Vilchez y Mónica Algarbe; en la revista El Andamio y, como colaboradora, en la revista “El viento” de San Luis. Algunos de estas obras pueden ser consultadas en la sala o prestadas previo aviso a la encargada o él encargado de Trawün… ¡En Kallfu Trawün estamos gestando una pequeña biblioteca!  
Actualmente estoy trabajando en el proyecto “Locas que me habitan” libro de cuentos y relatos con ilustraciones y fotografías de Sol López, en la revista Awayos, en el primer libro de Juegacuentos para niños (y no tanto) junto a Ernesto Arroyabe y en un libro álbum junto a la artista plástica Alejandra Cabeza.
Para que conozcan un poco más de mi obra, van algunos otros textos.
Nana de luna y sueños (Poema canción para niños)
La luna mece los sueños
cuando se viste de cuna
mece y mece sueños tibios,
dulces sueños,
sueños con sabor a luna.

Si la luna está rellena
ardiente es como una brasa
tiene redondez de perla
la pena espanta
con claros sueños que amasa.

Luna dueña de la noche
dame sueños, dame alas
dame ojos inocentes
aunque me cubra de canas,
luna reina de la noche
que no se apague mi estrella
luna reina de la noche
que siempre pueda volar.

Cuando los sueños traviesos
descubren que ya está oscura
que se le ocultan las manchas,
ellos se esconden
entre su estrecha gordura.

Y si ella está cabizbaja
y se le ven las costillas,
los sueños hacen piruetas,
le dan caricias,
mientras le hacen cosquillas.

El Coco remendado (un Cuento con Grima)
En Misiones existía una profunda laguna, un refugio de animales y en las noches de la luna. Entre tantos animales un caimán se destacaba por ser mañoso, arrogante y porque siempre zafaba. También era un buen cuentero y de cuentos muy graciosos, cuentos de esos de la siesta cuando estaban perezosos.
A él lo llamaban Coco, dizque era por linaje, como primos cocodrilos desde el África salvaje, pero Coco en realidad respondía a la cabeza dura que tenía.
A la hora convenida para buscar alimentos, Coco alborotado se quedaba en el intento. En el momento en que había que defender a la cría, el cobarde ¡no podía! Nunca estaba para ayudar, pero siempre estaba para merendar.
Los otros yacarés que la familia tenía, aceptaban sus caprichos porque lo querían y el muy caradura de esta paciencia abusaba porque siempre había alguien que al final lo alimentaba. Además tenía el don de contar buenas historias que quedaban para siempre alegrando la memoria.
Un año llegó el invierno más frío que otros pasados, hubo pestes y sequías pero nada de comida, ¡sí que fue un invierno crudo, ni siquiera un cascarudo!
Todos se desesperaban en buscar el alimento, conseguían muy poquito y quedaban sin aliento. Los hermanos se peleaban por cualquier pequeña presa, sea pato, lagartija, un gusano o una oveja.
Ante esta situación, el yacaré más anciano, habló con inteligencia ante todos sus hermanos: “Peleando entre nosotros y sin organización, moriremos poco a poco y ya no habrá solución.”
Fue allí que al fin decidieron juntar toda la comida y como hermanos que eran, entre todos compartirla, empezando por los pequeños, para que crezcan con fuerza, saludables y risueños.
Después de esa decisión de tanta sabiduría, en noche de luna nueva Coco asaltó la comida. Sigiloso y sin pensar más que en su glotonería, se comió las provisiones que para todos había.
Cuando se quiso escapar, después de algunas zancadas, se tropezó con la cola y rebotó con su panza. Ya no se pudo mover de tan inflado que estaba, tumbado sobre la espalda de dolor Coco lloraba. La barriga se ensanchó por lo que había tragado, como la carpa de un circo le quedó el cuero estirado.
Lo hallaron en la mañana, tirado en tal condición y el desprecio de los pares se ganó por su traición. Se quedó hinchado y solo, aferrado a su dolor por varios días y noches hasta que llegó el perdón.
Sus parientes decidieron aliviar la quemazón que sentía por adentro después del gran atracón. Utilizaron tijeras, bisturí, agujas, tientos para sacar de su panza todos esos alimentos. Y lo hicieron con cariño, con cariño y con paciencia, pero el desastre que había no se arreglaba con ciencia. Aunque mucho se esmeraron, el cuero del cocodrilo quedó todo remendado.
Cuando el Coco regresó a contarles las historias, un nuevo cuento tenía muy grabado en la memoria. El cuento así decía: “Una noche despejada al lado de la laguna un pájaro se posó para mirar a la luna. El Coco estaba acostado sobre una piedra muy fría, ya no se lamentaba y tampoco se movía. Se estaba recuperando de la ardua operación que le hicieron sus hermanos después del gran atracón. Un largo rato soñó el pájaro con la luna, hasta que vio al caimán al lado de la laguna. Al principio entornó los ojos y lo miró con cautela; luego se le acercó con su aire de poeta. Sin dudar le puso un nombre al Coco avergonzado, ese nuevo nombre fue el de Coco remendado.”
El caimán por muchos años este cuento relató y aunque se envejeció le quedó el cuero arrugado, para todos, para siempre fue el Coco remendado.

Sueños
En memoria a mi papá

Se descolgó de los confines del sueño con una sonrisa inocente, Dio varias vueltas en la cama y, sumergiéndose en la almohada, intentó volver a la realidad del espejismo que crea el inconsciente, a su sensación placentera y sus revelaciones cifradas. No pudo, cuando la fantasía comienza a esfumarse, no hay manera de retenerla. No se puede volver a los sueños, a lo sumo se puede intentar consumarlos en la vigilia, siempre que se haya abierto una brecha en el muro que reprime utopías y que se tenga mucha fe en la fuerza del deseo.
Al rato terminó de despabilarse, entonces se levantó, calzó las pantuflas y fue al baño. Volvió a la habitación y se vistió, pero no se puso zapatos. Era demasiado temprano. Pocas horas de sueño, desventajas de la edad... pensó.
Entró en la cocina, llenó la pava para preparar el café que tomarían los que se fueran levantando más tarde. Cortó unas rodajas de pan del día anterior y las ubicó sobre la tostadora. Con el desayuno en marcha, prendió el televisor, qué otra cosa se podía hacer a esa hora. Sintonizó el noticiero, porque en el canal de los documentales estaban dando uno que ya había visto tres veces.
Filtró el café entre las malas noticias que intentaban borrarle los agradables vestigios del despertar. Se abstrajo cuidando las tostadas, ese día no quería enroscarse con la inseguridad; con la guerra de los dueños de los canales, como le decía su hija... Prefería retozar en sus reminiscencias.
Mientras masticaba una tostada con queso magro, se concentró por rutina en el pronóstico del tiempo. Jornada sin lluvias, temperatura agradable y viento de otoño... La brisa de otoño llevó a la cocina solitaria sus días de pantalones cortos. Tiempo duro, de vivencias dolorosas, se podría decir de “malas noticias”. El hambre de la postguerra, el deambular solo por el barco que vencía al océano mientras su mamma estaba en la enfermería, el desarraigo, la casa pobre con olor a carbón, la exigencia de hablar otro idioma, de adaptarse a otra idiosincrasia... Aún con esos pesares, el recuerdo era dulce. El viento en las piernas desnudas, el engrudo y el papel, las cañas cortadas con sumo cuidado y los barriletes que se alzaban desafiantes en el cielo de los niños que construían sus juguetes.
Levantó los trastos de la mesa. Acomodó las tostadas, el queso, la manteca, las tazas para los hijos que todavía vivían en la casa, para su mujer dormilona, para su suegra que ya era su madre. En pantuflas se fue al salón, su taller, y empezó a dibujar planos de barriletes.
Mientras los trazaba, sentía el frío en las rodillas, la tierra del patio en el que armaba, junto a su hermano, los más arriesgados prototipos... Luego salían al barrio a volarlos compitiendo con otros chicos en la belleza de los diseños, en la altura que alcanzaban, en los riesgos de los hilos que se acercaban peligrosamente a los árboles o a las hebras de los otros volantines.
Ni el movimiento de la casa, ni el sol de la mañana, pudieron sacarlo de su ensoñación. Sólo se levantó de la mesa de dibujo, dejando sobre el plano inclinado una importante producción de croquis de cometas, cuando sonó el timbre que anunciaba la llegada de su nieto.
El niño entró corriendo y se abrazó a sus piernas. Su hija acarreaba las ropa del pequeño y una bolsa con sus juguetes. Soltó el equipaje; lo saludó, y a la mamá, a la nonna; dejó un par de recomendaciones sobre el pequeño; lo estrechó, lo besó; se despidió y salió corriendo para su trabajo.
El hombre la vio alejarse con el niño en brazos, compadeciéndose de tanta agitación... Pensó en su madre y en los otros tiempos, también habían muchas obligaciones para las mujeres. Volvió a recordar a su mamma y su strudel de manzana... era un día nostálgico, aunque no triste.
El niño estaba inquieto, se resistía a la partida de su mamá, pero ella quería que la viera irse, era imprescindible no engañarlo, siempre decía. Tanta psicología moderna pensó el abuelo, mientras el niño lloriqueaba...
Vamos a jugar, le dijo al nieto y sobre una alfombra vació el contenido de la bolsa que tenía varios juguetes sofisticados. El pequeño se entusiasmó un momento, pero luego enojado, empujó los objetos y lloró decidido, con ganas.  Mientras lo consolaba, volvió a sumirse en las colecciones de tapitas de botellas, en los carritos de rulemanes, en la calle como el lugar del juego, el reino de los niños... Entonces, de repente, descifró el mensaje escondido en el sueño placentero de esa mañana. Separó al niño de su pecho, lo miró a la ojos y le dijo: vamos a construir juntos un volantín grande y de colores, que después hagamos volar y que llegue tan alto, tan alto, que desde su altura, vos y yo tengamos la misma edad.
Y partieron los dos, abuelo y nieto, a conquistar cielos y barriletes, con idéntica sonrisa inocente dibujada en el rostro.


Recuento
La historia conocida
habla mucho de descubrimiento
                        de barbarie
                        de evangelización
                        del encuentro de culturas  
                        y del “crisol” de razas; 
cuenta muy poco 
             de masacres
             genocidios
             de “crisol” de metales
             de ambición y robo
             de la imposición de un dios
                  que bendijo el fuego de las armas
             del ocultamiento de los soles
                                            de las semillas
                                            del cosmos de las ideas
              de los latifundios cercados con sangre
              del silencio impuesto 
                     a los pueblos de profundas raíces
              verdaderos dueños de la tierra saqueada.


Pero la historia es más,
no es solo el cuento
que se cuenta,
es la savia de los pueblos
pulso corazón de quinua
camote, Millcayac, acequia
latido teta, sangre canción
memoria creciendo gritos
promesa de nuevos vientos
huellas pariendo sendas
antiguos caminos nuevos.



                                                           

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