La
escritora que abre el azul… Mariela Zobin
Era
absurdo empezar hablando de mí en tercera persona, no soy Maradona… Así que
esta primera combinación lúdica de los datos de la escritora o del escritor que
invitará a soñar cada mes, en esta ocasión, va en primera persona. Empiezo
pintándome con fragmentos de una canción que escribí hace un par de años (y que
tiene su música)…
Nací
desde un deseo
mujer
tallada en dulce y sal
siempre
montando vientos
desconocidos,
por encontrar,
aires,
cielos, colores
desvíos
nuevos donde volar.
Soy como la marea
espuma viene, espuma va
rasgando las arenas
luego volviendo a comenzar,
rompiendo el horizonte
de arriba nubes, abajo mar.
Soñando
extrañas aguas
con
tanto miedo de naufragar
soy
eco de montaña
aunque
mi espuma sea de mar
canto
con mi silencio
y
con mi canto puedo callar.
Les
agrego que en un pasado no tan lejano, hice muchos experimentos (en
laboratorios de química), pero yo…
Soy
mariposa
que
se asfixia
en
el acogedor capullo del árbol.
Un
universo pleno,
luminoso
y oscuro,
pajarado,
cuentero,
verde,
azul, rojo,
silencioso,
resonante,
tibio,
caliente y frío
se
despliega ante mis ojos…
Ya
el refugio es una cárcel
y
no tengo alternativas,
salir,
desplegar las alas, volar...
hacer
surcos en las nubes
con
modestas cartas de navegación,
animarme
a revolotear
a
pesar de contar
con
una envergadura pequeña
para
tanto cielo.
Soy
mariposa
aunque
por años haya ocultado las alas
en
traje de gusano.
Soy
alada.
En
este “escrutar
los canales/en las hebras del papel lacio”, incursioné en la literatura
en versos (como en los poemas anteriores) y en prosa, para adultos, para niños.
También trabajé en la elaboración de guiones literarios para el proyecto
Cuentos Derechos, junto a Lorena Membrive y un equipo de muchos otros artistas.
Tengo
publicados dos libros. El primero de poesía y prosa poética junto a Mabel de
Martino, llamado “De Mujeres a revoluciones”. Otro de cuentos largos o novelas
cortas junto a Marcos Rivarola, Andrés Pérez, con ilustraciones de Paula Nader,
bautizado como “Palimpsestos”, diseño y
edición artesanal. También participé en el libro “Las Hojas “compilación de
Luis Vilchez y Mónica Algarbe; en la revista El Andamio y, como colaboradora,
en la revista “El viento” de San Luis. Algunos de estas obras pueden ser
consultadas en la sala o prestadas previo aviso a la encargada o él encargado
de Trawün… ¡En Kallfu Trawün estamos gestando una pequeña biblioteca!
Actualmente
estoy trabajando en el proyecto “Locas que me habitan” libro de cuentos y
relatos con ilustraciones y fotografías de Sol López, en la revista Awayos, en
el primer libro de Juegacuentos para niños (y no tanto) junto a Ernesto
Arroyabe y en un libro álbum junto a la artista plástica Alejandra Cabeza.
Para
que conozcan un poco más de mi obra, van algunos otros textos.
Nana
de luna y sueños (Poema
canción para niños)
La luna mece
los sueños
cuando se viste de cuna
mece y mece sueños tibios,
dulces sueños,
sueños con sabor a luna.
Si la luna está rellena
ardiente es como una brasa
tiene redondez de perla
la pena espanta
con claros sueños que amasa.
Luna dueña de
la noche
dame sueños,
dame alas
dame ojos
inocentes
aunque me
cubra de canas,
luna reina de
la noche
que no se
apague mi estrella
luna reina de
la noche
que siempre
pueda volar.
Cuando los sueños traviesos
descubren que ya está oscura
que se le ocultan las manchas,
ellos se esconden
entre su estrecha gordura.
Y si ella está cabizbaja
y se le ven las costillas,
los sueños hacen piruetas,
le dan caricias,
mientras le hacen cosquillas.
El Coco remendado (un Cuento con Grima)
En Misiones existía
una profunda laguna, un refugio de animales y en las noches de la luna. Entre
tantos animales un caimán se destacaba por ser mañoso, arrogante y porque
siempre zafaba. También era un buen cuentero y de cuentos muy graciosos,
cuentos de esos de la siesta cuando estaban perezosos.
A él lo llamaban Coco, dizque era por linaje,
como primos cocodrilos desde el África salvaje, pero Coco en realidad respondía
a la cabeza dura que tenía.
A la hora convenida para buscar alimentos, Coco
alborotado se quedaba en el intento. En el momento en que había que defender a
la cría, el cobarde ¡no podía! Nunca estaba para ayudar, pero siempre estaba
para merendar.
Los otros yacarés que la familia tenía, aceptaban
sus caprichos porque lo querían y el muy caradura de esta paciencia abusaba
porque siempre había alguien que al final lo alimentaba. Además tenía el don de
contar buenas historias que quedaban para siempre alegrando la memoria.
Un año llegó el invierno más frío que otros
pasados, hubo pestes y sequías pero nada de comida, ¡sí que fue un invierno
crudo, ni siquiera un cascarudo!
Todos se desesperaban en buscar el alimento,
conseguían muy poquito y quedaban sin aliento. Los hermanos se peleaban por
cualquier pequeña presa, sea pato, lagartija, un gusano o una oveja.
Ante esta situación, el yacaré más anciano,
habló con inteligencia ante todos sus hermanos: “Peleando entre nosotros y sin
organización, moriremos poco a poco y ya no habrá solución.”
Fue allí que al fin decidieron juntar toda la
comida y como hermanos que eran, entre todos compartirla, empezando por los
pequeños, para que crezcan con fuerza, saludables y risueños.
Después de esa decisión de tanta sabiduría, en
noche de luna nueva Coco asaltó la comida. Sigiloso y sin pensar más que en su
glotonería, se comió las provisiones que para todos había.
Cuando se quiso escapar, después de algunas
zancadas, se tropezó con la cola y rebotó con su panza. Ya no se pudo mover de
tan inflado que estaba, tumbado sobre la espalda de dolor Coco lloraba. La
barriga se ensanchó por lo que había tragado, como la carpa de un circo le
quedó el cuero estirado.
Lo hallaron en la mañana, tirado en tal
condición y el desprecio de los pares se ganó por su traición. Se quedó hinchado
y solo, aferrado a su dolor por varios días y noches hasta que llegó el perdón.
Sus parientes decidieron aliviar la quemazón
que sentía por adentro después del gran atracón. Utilizaron tijeras, bisturí,
agujas, tientos para sacar de su panza todos esos alimentos. Y lo hicieron con
cariño, con cariño y con paciencia, pero el desastre que había no se arreglaba
con ciencia. Aunque mucho se esmeraron, el cuero del cocodrilo quedó todo
remendado.
Cuando el Coco regresó a contarles las historias,
un nuevo cuento tenía muy grabado en la memoria. El cuento así decía: “Una
noche despejada al lado de la laguna un pájaro se posó para mirar a la luna. El
Coco estaba acostado sobre una piedra muy fría, ya no se lamentaba y tampoco se
movía. Se estaba recuperando de la ardua operación que le hicieron sus hermanos
después del gran atracón. Un largo rato soñó el pájaro con la luna, hasta que
vio al caimán al lado de la laguna. Al principio entornó los ojos y lo miró con
cautela; luego se le acercó con su aire de poeta. Sin dudar le puso un nombre
al Coco avergonzado, ese nuevo nombre fue el de Coco remendado.”
El
caimán por muchos años este cuento relató y aunque se envejeció le quedó el
cuero arrugado, para todos, para siempre fue el Coco remendado.
Sueños
En memoria a mi papá
Se
descolgó de los confines del sueño con una sonrisa inocente, Dio varias vueltas
en la cama y, sumergiéndose en la almohada, intentó volver a la realidad del
espejismo que crea el inconsciente, a su sensación placentera y sus
revelaciones cifradas. No pudo, cuando la fantasía comienza a esfumarse, no hay
manera de retenerla. No se puede volver a los sueños, a lo sumo se puede
intentar consumarlos en la vigilia, siempre que se haya abierto una brecha en
el muro que reprime utopías y que se tenga mucha fe en la fuerza del deseo.
Al
rato terminó de despabilarse, entonces se levantó, calzó las pantuflas y fue al
baño. Volvió a la habitación y se vistió, pero no se puso zapatos. Era
demasiado temprano. Pocas horas de sueño, desventajas de la edad... pensó.
Entró
en la cocina, llenó la pava para preparar el café que tomarían los que se fueran
levantando más tarde. Cortó unas rodajas de pan del día anterior y las ubicó
sobre la tostadora. Con el desayuno en marcha, prendió el televisor, qué otra
cosa se podía hacer a esa hora. Sintonizó el noticiero, porque en el canal de
los documentales estaban dando uno que ya había visto tres veces.
Filtró
el café entre las malas noticias que intentaban borrarle los agradables
vestigios del despertar. Se abstrajo cuidando las tostadas, ese día no quería
enroscarse con la inseguridad; con la guerra de los dueños de los canales, como
le decía su hija... Prefería retozar en sus reminiscencias.
Mientras
masticaba una tostada con queso magro, se concentró por rutina en el pronóstico
del tiempo. Jornada sin lluvias, temperatura agradable y viento de otoño... La
brisa de otoño llevó a la cocina solitaria sus días de pantalones cortos.
Tiempo duro, de vivencias dolorosas, se podría decir de “malas noticias”. El
hambre de la postguerra, el deambular solo por el barco que vencía al océano
mientras su mamma estaba en la enfermería, el desarraigo, la casa pobre con
olor a carbón, la exigencia de hablar otro idioma, de adaptarse a otra
idiosincrasia... Aún con esos pesares, el recuerdo era dulce. El viento en las
piernas desnudas, el engrudo y el papel, las cañas cortadas con sumo cuidado y
los barriletes que se alzaban desafiantes en el cielo de los niños que
construían sus juguetes.
Levantó
los trastos de la mesa. Acomodó las tostadas, el queso, la manteca, las tazas
para los hijos que todavía vivían en la casa, para su mujer dormilona, para su
suegra que ya era su madre. En pantuflas se fue al salón, su taller, y empezó a
dibujar planos de barriletes.
Mientras
los trazaba, sentía el frío en las rodillas, la tierra del patio en el que
armaba, junto a su hermano, los más arriesgados prototipos... Luego salían al
barrio a volarlos compitiendo con otros chicos en la belleza de los diseños, en
la altura que alcanzaban, en los riesgos de los hilos que se acercaban
peligrosamente a los árboles o a las hebras de los otros volantines.
Ni
el movimiento de la casa, ni el sol de la mañana, pudieron sacarlo de su ensoñación.
Sólo se levantó de la mesa de dibujo, dejando sobre el plano inclinado una
importante producción de croquis de cometas, cuando sonó el timbre que
anunciaba la llegada de su nieto.
El
niño entró corriendo y se abrazó a sus piernas. Su hija acarreaba las ropa del
pequeño y una bolsa con sus juguetes. Soltó el equipaje; lo saludó, y a la
mamá, a la nonna; dejó un par de recomendaciones sobre el pequeño; lo estrechó,
lo besó; se despidió y salió corriendo para su trabajo.
El
hombre la vio alejarse con el niño en brazos, compadeciéndose de tanta
agitación... Pensó en su madre y en los otros tiempos, también habían muchas
obligaciones para las mujeres. Volvió a recordar a su mamma y su strudel de
manzana... era un día nostálgico, aunque no triste.
El
niño estaba inquieto, se resistía a la partida de su mamá, pero ella quería que
la viera irse, era imprescindible no engañarlo, siempre decía. Tanta psicología
moderna pensó el abuelo, mientras el niño lloriqueaba...
Vamos
a jugar, le dijo al nieto y sobre una alfombra vació el contenido de la bolsa
que tenía varios juguetes sofisticados. El pequeño se entusiasmó un momento,
pero luego enojado, empujó los objetos y lloró decidido, con ganas. Mientras lo consolaba, volvió a sumirse
en las colecciones de tapitas de botellas, en los carritos de rulemanes, en la
calle como el lugar del juego, el reino de los niños... Entonces, de repente, descifró
el mensaje escondido en el sueño placentero de esa mañana. Separó al niño de su
pecho, lo miró a la ojos y le dijo: vamos a construir juntos un volantín grande
y de colores, que después hagamos volar y que llegue tan alto, tan alto, que
desde su altura, vos y yo tengamos la misma edad.
Y
partieron los dos, abuelo y nieto, a conquistar cielos y barriletes, con
idéntica sonrisa inocente dibujada en el rostro.
Recuento
La historia conocida
habla mucho de descubrimiento
de
barbarie
de evangelización
del encuentro de culturas
y del “crisol” de razas;
cuenta muy poco
de masacres
genocidios
de “crisol” de metales
de ambición y robo
de la imposición de un dios
que bendijo el fuego de las armas
del ocultamiento de los soles
de masacres
genocidios
de “crisol” de metales
de ambición y robo
de la imposición de un dios
que bendijo el fuego de las armas
del ocultamiento de los soles
de
las semillas
del cosmos de las ideas
de los latifundios cercados con sangre
del silencio impuesto
a los pueblos de profundas raíces
verdaderos dueños de la tierra saqueada.
del cosmos de las ideas
de los latifundios cercados con sangre
del silencio impuesto
a los pueblos de profundas raíces
verdaderos dueños de la tierra saqueada.
Pero la historia es más,
no es solo el cuento
que se cuenta,
es la savia de los pueblos
pulso corazón de quinua
camote, Millcayac, acequia
latido teta, sangre canción
memoria creciendo gritos
promesa de nuevos vientos
huellas pariendo sendas
antiguos caminos nuevos.
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